La realidad se enfrenta al cine en Eddie the Eagle

Son pocas las oportunidades que tenemos de comparar el cine y la realidad, porque no son muchas las veces en las que un mismo suceso ha sido registrado de las dos maneras por una cámara. Y eso es precisamente lo que ocurre con la historia de Eddie Edwards, más conocido como Eddie the Eagle, saltador de esquí británico con muy poca aptitud para el esquí y el deporte en general, pero con toda la actitud del mundo para perseguir su sueño, participar en los Juegos Olímpicos. Un momento histórico inmortalizado por las cámaras de televisión en el año 88 en Calgary y llevado al cine por Dexter Fletcher en 2017. Realidad y cine cuentan una misma historia, la de Eddie the Eagle.

Eddy ´the eagle´ Edwards junto a Taron Egerton, quien interpreta a Eddy en la película. 


Vi Eddie the Eagle en un autobús volviendo a Praga desde un pueblo checo en la frontera con Austria llamado Český Krumlov. No conocía la película y mi única motivación para verla era matar las horas muertas en un autobús incómodo y frío a las tantas de la noche. Y sin embargo fue una gratísima sorpresa. Desde el primer minuto la historia me entró muy bien, y no sólo me entretuvo, sino que me emocionó. Especialmente el clímax de la película, que me pareció absolutamente maravilloso y que no me ha dejado de poner los pelos de punta ninguna de las 50 veces que he debido verlo ya. No exagero. Al menos no demasiado :)

Nota: Si no has visto la película, te aconsejo que la veas antes de ver esta escena. Y no sólo porque te vaya a revelar el final, sino porque toda la película está construida para este momento, y si no has participado del viaje, no la vas a disfrutar como es debido. Aunque también entiendo que puedas pensar que es demasiado tiempo y esfuerzo para dedicarle a un miserable post, y que simplemente quieras tirar para delante. En ese caso, adelante porque la disfrutarás igualmente.  Es genial. 


El momento es de por sí precioso. Sin embargo, lo más interesante de todo es, como ya os conté anteriormente, que la historia de Eddie the Eagle está basado en hechos reales. Por lo que después de tanta emoción en la película, no pude hacer otra cosa que buscar el vídeo del salto real en Youtube. La verdad es que ardía en curiosidad por saber cómo fue aquel momento en realidad.



Después de ver el vídeo del salto real creo que es inevitable sentirse un poco decepcionado. La verdad es que la comparación con el la escena de la película es terrible. Este paneo frío de apenas 10 segundos que duró aquel salto saben a muy muy poco. Es por este motivo que se me ocurrió escribir este post, porque me parecía increíble que ambas situaciones fueran la misma. Y que parecía mágico lo que había visto en esa escena de la película. Porque por mucho que sepas que el cine es una ilusión, siempre se te olvida y te dejas llevar por las buenas historias una y otra vez. Dejándote engatusar por esa ilusión. Y es aquí donde radica la magia del cine. Este maravilloso lenguaje que hemos desarrollado desde los inicios del siglo pasado y que transforma el discurso con un único fin, emocionarnos.


La herramienta que usan ambas piezas es la misma, una cámara. Sin embargo, ¿qué las hace tan diferentes? Básicamente una cosa, la intencionalidad que tienen una y otra. El vídeo de la retransmisión televisiva es una imagen descriptiva, que te cuenta lo que está sucediendo en ese momento concreto en esa pista de esquí. A diferencia de éste, la escena en la película Eddie the Eagle es narrativa, nos pretende contar una historia. Toda la historia que hay detrás de ese salto y lo que siente Eddie Edwards en ese momento, después de tanto tanto esfuerzo y de tanta lucha. Éste es el punto clave del asunto. La imagen de televisión es un punto de vista externo, el que nos muestra el realizador de turno; mientras que en la película, el punto de vista es interno, el del protagonista de la historia, el  de Eddie Edwards. Cómo se siente Eddie en ese momento, qué se le pasa por la cabeza, sus dudas, sus miedos, su coraje para superar todo eso y finalmente su valor para saltar. Hemos viajado con Eddie durante las dos horas de película y hemos sido testigos de su lucha por llegar hasta aquí. Si la película está bien construida, deberíamos entender lo que está pasado por la cabeza del protagonista, y desear tanto como él que tenga éxito. Que toda esa lucha haya tenido sentido.

Por tanto, cómo manejar este momento de la película es realmente delicado e importante, porque como vemos, es el punto de no retorno. Aquí y ahora está todo en juego. Eddie está a un sólo paso de convertir su sueño en realidad, o por el contrario de cometer un ridículo espantoso que dé la razón a todos los que han dudado de él. Y ser capaz de expresar todo esas emociones de una forma equilibrada y verosímil para el espectador requiere de un enorme trabajo de diseño y construcción del momento. Es fundamental entender que esto está milimétrica diseñado, aunque cuando lo vemos nos resulte absolutamente natural y emocionante. Es aquí donde radica la clave de este oficio, en conseguir tejer todo esta marejada de planos, acciones y emociones sin que las costuras sean visibles para el espectador. Si se consigue esto, hay mucho ganado.


El montaje es un elemento clave en todo esto. Y es que como como siempre se dice, el tiempo es relativo. Y en el caso del cine más que en ninguna otra parte. En muy pocas ocasiones las películas transcurren en tiempo real, y esa es precisamente una de las principales características del lenguaje cinematográfico, la de poder jugar con el tiempo acortándolo o alargándolo según la necesidad dramática de la escena. Si queréis profundizar en este tema, Mark Kennedy hizo en su blog dos artículos interesantísimos sobre este tema.  

En este caso, el tiempo del salto en la película está claramente alargado. El uso de slow motion, la alternancia de planos de Eddie con el de otros personajes y los cambios de encuadre dilatan la duración del salto hasta el minuto y treinta segundos desde que Eddie se deja caer por la pista y hasta que toca el suelo y recupera el equilibrio. En el salto real, la duración es de tan sólo 11 o 12 segundos.

¿Por qué alargar una situación? Pues precisamente por todo lo que hemos comentado anteriormente, porque no estamos mostrando un salto en sí, sino que estamos contando y construyendo una historia. Qué se le está pasando a Edwards en ese momento por la cabeza. Sus dudas. Como esas dudas genera más dudas en los demás. Ese diálogo indirecto entre Eddie y los diferentes personajes que le han rodeado durante su historia: sus padres, su entrenador, el idiota de la federación de esquí que le odia y que está deseando que se la pegue y, por supuesto, con nosotros, los espectadores. Todo esto hay que contarlo, y requiere de tiempo de metraje. Un tiempo precioso que provoca un suspense interminable y que hace que sus dudas sean las nuestras. Todos sabemos que va a saltar, probablemente incluso ya conozcamos su historia y cómo acaba, pero la ilusión del cine hace que te olvides de todo y que te dejes llevar por el momento.



Una vez, que se lanza y se desliza por la pista, el montaje es mucho más dinámico. En ese momento tenemos que sentir la velocidad como la siente Eddie, y eso hace que todo sea más frenético.



Y una vez que despega y volamos con Eddie hasta ese momento en que Hugh Jackman, su entrenador en la película, grita eso de Release. Come on, release! que detona en ese grito de rabia liberadora que  hace el momento absolutamente mágico y que conecta al personaje de Eddie con el resto de las personas que le han acompañado en su aventura hasta llegar a ese gran salto.



Este momento que en la película dura alrededor de 30 segundos a buen seguro que tuvo poco que ver  con la realidad, que no sería más que un instante, y que nos lleva a enlazar con otro de los grandes principios del cine: no tiene que ser realista, tiene que ser verosímil. Y sobre todo tiene que emocionar.  Y precisamente con este fin, el slow motion entra en escena dilatando el preciado momento que no queremos que se acabe nunca, la música gana fuerza y silencia el sonido directo de las voces de los diferentes personajes que acompañan a Eddie en su grito produciendo ese diálogo puramente visual tan bonito, que no es real, sino puramente simbólico y narrativo.


Pura emoción intercalada con preciosos planos de Eddie volando y haciendo su sueño realidad. Y precisamente esto muestra el plano que cuelgo a continuación, volando sobre los anillos olímpicos, y que contrasto con la imagen televisiva de ese mismo momento. La imagen de la izquierda cuenta una historia, la de la derecha simplemente muestra el salto.











En la película hay una puesta en escena muy cuidada para contarnos algo muy poderoso, la consagración de un sueño. El director, Dexter Fletcher, quiere Eddie volando sobre los anillos olímpicos porque cuando el espectador ve esa imagen tan potente, entiende la grandiosidad del momento. El sueño imposible de Eddie Edwars se está haciendo realidad. Esa obsesión del protagonista por los Juegos Olímpicos que nos ha repetido hasta la extenuación durante toda la película, tiene su consagración con este plano. Eddie tenía razón. Él podía conseguirlo.

En el fotograma del salto real, todo este momento que en la película es tan poético, no es más que un borrón. No es la intención ser emocional, sino simplemente mostrar el salto. 

Y entonces llega la parte final del salto. Y como no, Eddie aterriza batiendo los brazos como si de un águila se tratase. Poco que ver tendría esto con la realidad, pero mucho dentro del discurso narrativo de la película.



Es muy interesante también la intimidad con la que el director trabaja la escena. A pesar de ser un evento deportivo, el público juega un papel irrelevante, puramente decorativo. Tan sólo hay un plano de la hinchada inglesa muy al final, una vez que ya ha acabado el salto. Lo único importante es Eddie y las personas que le rodean. Punto. Esta idea se ve muy claramente en los planos de Hugh Jackman, en la que hay algunos extras cuya actitud es completamente distante y pasiva, contrastando con la sobrexcitación de Jackman. Es fantástico ver cómo le miran. Nuevamente reforzando esa intimidad entre Eddie y su gente. Todos los demás están fuera de contexto y son ajenos a esa euforia y a lo que representa ese momento. No saben nada de él porque no conocen su historia. Para ellos no es personal.



Un montón de pequeños detalles muy cuidados y que ladrillito a ladrillito construyen la arquitectura de esta maravillosa escena con la única intención de hacernos volar. Y en mi opinión la película lo sonsigue con creces, haciendo el momento realmente especial.

Hay veces que la ficción supera la realidad, y en mi opinión Eddie the Eagle es un buen ejemplo de esto. 

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