Obra de protesta en Los Ángeles por la extensión del copyright |
Resulta increíblemente paradójico como precisamente Disney, una compañía que ha vivido durante décadas de la explotación de obras ajenas (La Sirenita, Alicia en el País de las maravillas, Pinocho, El jorobado de Notre Damme, Dumbo, Robin Hood, Blancanieves y un largo etcétera), sea la bandera en esta lucha contra el dominio público. Lo que es incorrecto no es lo que hizo Disney en su día, servirse de historias generadas con anterioridad para hacer su propia versión, con sus maravillosos profesionales y medios, y de ésta forma revolucionar la animación y el cine. ¿Quién puede estar en contra de eso? Absolutamente nadie. De la misma forma que en su momento Lewis Carroll o los hermanos Green no pudieron denunciar a Disney por la utilización comercial de su obra, ahora esta compañía no debería poder hacerlo. Sin embargo, los medios de presión de antes no eran los de ahora.
Bajo ningún concepto se debe confundir todo esto con el derecho del autor de vivir de su obra. El copyright no expira, si no recuerdo mal, hasta 70 años a partir de la muerte del autor, y unos cuantos más si nos encontramos ante una obra corporativa. Estamos hablando de que después de la muerte del autor, sus hijos y casi sus nietos seguirán recibiendo beneficios de una obra que ellos no han realizado. Parece suficiente premio. Aquí lo que se discute es si tienen que estar viviendo de estas obras un montón de accionistas chupóteros que con bastante seguridad ni siquiera habrán visto la mitad de las obras por las que están cobrando.
Os comparto el cortometraje que marca el ciclo de explotación del copyright. Es el famoso Steamboat Willie de Disney, su primer corto sonoro que tal vez algún día pertenecerá al dominio público, si se hace cumplir la ley.
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